8 de Julio 2004

Relato - Un mensaje nuevo

Subo un nuevo relato mio (aunque ya lo escribi hace algun tiempo).

Un mensaje nuevo


Desde hace algo más de una semana recibía llamadas desde un numero extraño. Siempre el mismo. Nunca dejaba mensaje alguno en el contestador. Cuando contestaba al teléfono tan solo escuchaba una pausada y profunda respiración del otro lado de la línea. Normalmente colgaba en unos pocos segundos aunque a veces permanecía minutos en silencio. Había pensado en varias ocasiones cambiar de número, pero por una cosa o por otra siempre lo dejaba para otro día.

Ayer llegué a casa y miré el contestador. Tenía una llamada; aquel extraño teléfono. Puse el manos libres y pulse el botón para escuchar aquella respiración durante unos instantes antes de oír como colgaba. Sorprendentemente estaba equivocado.

- Tiene un mensaje nuevo. Recibido hoy a las once horas y veintidós minutos. –dijo aquella voz metálica e impersonal. Para proseguir con la grabación en sí-:

Un hilo de arena, el tiempo corre.
Mi voz se apaga y mueren las hojas
Los árboles lloran sueños de cobre.
Ya se marchitan esas rosas rojas.

Escribo en las olas.
Susurro en el viento.
¿Quién se acordará?

Me pierdo en un libro.
Castillos de arena.
¿Quién me buscará?

Ahogarme en recuerdos.
Vagar sin descanso.
¿Quién me llorará?

Y quiero robarle al cielo una estrella.
Quiero llegar a tocar tu corazón.
Y quiero dejar aquí abajo mi huella.
Solo quiero que se recuerde mi canción.

Lamento si he podido o puedo llegar a molestarle. Nada mas lejos de mi intención. Gracias. Buenos días.

Eso era todo. Estaba mirando al vacío ante el aparato. El extraño mensaje me había dejado algo confuso. Lo escuché varias veces, pero seguí sin encontrarle ningún sentido. Ni siquiera lo borré. Lo dejé almacenado para poder volver a oírlo. Pensé en aquella voz. Aquella profunda y preciosa voz. Ese llanto apagado por los años que parecía tener suficiente vida como para insuflar ilusión y despertar sentimientos olvidados. El sencillo poema que salió de aquellos labios sonó cual oda de dioses. Y la intriga colmo mis pensamientos. Quise llamar al extraño numero. Quise conocer al interlocutor. Pero gran parte del encanto residía en el halo de misterio que rodeaba al anónimo.

Durante algunos días no supe nada de él. Solo durante algunos días pues posteriormente volvió a llamar. Siempre que yo cogía el teléfono, él permanecía en silencio. Nunca me contestaba. Se limitaba a escuchar. A veces, cada uno escuchaba en silencio la respiración del otro, durante largo tiempo. Luego, dejó un nuevo mensaje. Una pequeña parábola. Más tarde un nuevo poema. Y así continuó.

Me acostumbré al desconocido. Casi le cogí cierto cariño. Me gustaba escuchar el silencio junto a él. Tan solo en aquellos momentos liberaba mi mente y podía expresar realmente lo que sentía. A veces yo hablaba, le contaba mis pensamientos, mis sentimientos o incluso escribía poesía que luego le recitaba. Pero él siempre callaba. Solo hablaba en sus mensajes. Se convirtió en algo casi adictivo. A diario, salía rápidamente del trabajo para no perder el metro y llegar pronto a casa. Anhelaba oírle. Escuchar lo que tenía que decir me llenaba. Cada vez tomo más y más fuerza hasta convertirse casi en una dependencia. Él solo hablaba tres o cuatro veces al mes, recitaba poemas de famosos escritores o desconocidos soñadores. Contaba cuentos, narraba leyendas y mil historias. Nunca me entretenía después del trabajo para llegar pronto, por si ya tenía un nuevo mensaje. Era mi único vicio, liberarme. Durante más de diez años fue así. Un desconocido que me conocía mejor que cualquier otra persona.

Entonces desapareció. Llevaba tan solo cinco días sin saber de él y la amargura me comía por dentro. Volvía a estar atrapado en este mundo de hipócritas. Los grilletes de la sociedad me oprimían. Necesitaba saber de él. Aguante algunos días mas esperando una nueva llamada, pero nunca llegó. Una semana después me encontraba al borde de una depresión. Me decidí a llamarle. Tenía su número, pero no sabía como llamarle. Busqué su nombre en la guía telefónica: Henry Martins.

Le llamé, pero nadie contestó. Volví a llamarle durante varios días, hasta que en una ocasión descolgó un desconocido.

- Dígame.
- Buenas Tardes, querría hablar con Henry Martins.
- ¿De parte de quién?
- De Albert Westham.
- Es un placer conocerle Sr. Westham, mi padre me habló mucho de usted. Parece que no conoce la noticia. Falleció hace dos semanas. –respondió con tono melancólico.
- Lo siento mucho.
- Gracias. Si lo desea puede ir a verle al Cementerio de St Anne. Además, dejó un baúl para usted. Siempre decía que era su mejor amigo. Me gustaría conocerle, así que si lo desea podríamos vernos...

Y así siguió la conversación. Fui a conocer al hijo de Henry y recogí el baúl, que estaba lleno de escritos, de poemas, cuentos y todas aquellas historia que me había contado. Desde entonces, al menos una vez al mes, voy a St Anne a leerle algo a Henry. Aun ahora sigo hablando con él. Me escucha con el mismo silencio con el que antes lo hacía. Henry, mi anónimo amigo.

Escrito por MäK a las 8 de Julio 2004 a las 12:48 AM
Comentarios

Me has dejado como diria una profesora mia "a no na da da"... este relato esta genial, tiene ese punto de realismo en el que una persona se siente tan vacia que al final acaba descubriendo un amigo donde jamas esperabas encontrarlo...
Bueno un beso y sigue escribiendo, la verdad es que desconocia esta cara oculta. Felicidades.

Escrito por marta a las 30 de Julio 2004 a las 02:55 AM
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