Hacía ya dos semanas que se lo habían llevado. El 12 de Marzo.
Cuando parecía que todo se iba a arreglar, algo salió mal. Ellos ya nos habían avisado: "Nada de jueguecitos o no volverás a verle con vida". Dios sabe que yo haría lo que fuese por mi hijo pero para mi esposo era un asunto personal, de honor. No era cuestión de negocios, era una vendetta. No había más. Así eran los entresijos de la mafia. Solo había una solución posible, mi marido, il capo Gianni Padovanno, a cambio de nuestro único hijo, Paolo. Ya pensaríamos algo para negociar su liberación.
El intercambio sería el pasado martes 22 en la Plaza Trento y el debía ir solo a las 11:20 de la mañana. Llegó allí con unos minutos de antelación y esperó paseando por la zona. A la hora exacta una furgoneta de repartos que pasaba junto a él se detuvo abriendo una puerta lateral de la que bajó un fornido matón que le intentó arrastar al interior. El sonido hueco de un tiro desató los acontecimientos. Uno de nuestros hombres disparó su Beretta con silenciador y el matón cayó dejando libre a mi marido. La furgoneta aceleró en un intento de huida pero uno de nuestros coches se cruzó, interrumpiendo su fuga y provocando un accidente en el, ya de por sí caotico, tráfico napolitano. Las ordenes de Gianni eran claras: "Los quiero vivos". Parece que ellos empezaron pero fueron nuestros hombres, Marco y Francesco, quienes les hirieron de muerte. Allí mismo se comprobó que habían fallecido; mi propio esposo, rebosante de ira, caminó hacia ellos, le quitó la Glisenti* a Marco y disparó al pecho a Francesco primero y al propio Marco después. El altercado en la plaza era monumental, la gente corría despavorida u observaba curiosa desde alguna esquina o ventana. Gianni caminó hasta su Audi, aparcado calle abajo, y volvió a casa. Antes de que la policía pudiese llegar -retrasada por un "desafortunado" accidente de autobús- nuestros hombres recogieron los cuerpos y se llevaron los vehiculos. Mi marido y yo estabamos abatidos. Todo salió mal.
Esa misma noche recibimos una llamada. El niño estaba bien pero habría una última oportunidad, solo una. Esta vez yo misma me encargaría de que ninguno de nuestros hombres supiese nada. Tres interminables días se sucedieron hasta que el siguiente sabado se nos avisó con un lugar y una hora: esta noche a las 2:05 delante del Palazzo Reale.
Pasada la una de la madrugada salimos de casa en coche. Solo nosotros dos, tal y como nos habían ordenado. En algo más de veinte minutos llegamos a la zona y aparcamos el coche. Gianni dejó su arma en la guantera y permanecimos allí hasta las menos cuarto. Salimos del coche y caminamos unos minutos hasta la plaza del Palazzo. A las 1:53 llegamos y esperamos en pie atentos a cada movimiento del reloj. Teníamos los nervios a flor de piel y yo aguantaba mis lágrimas al pensar que era posible que perdiese a Gianni. Siete minutos después comenzó a sonar el reloj de palacio.
La primera campanada supuso un pequeño sobresalto. Mis manos comenzaron a sudar temerosas. La mujer fría y calculadora había desaparecido en mí, donde ahora solo quedaba una madre desesperada.
La segunda campanada no fue sino un llamamiento a estar atento a cualquier detalle. Ahora si estabamos solos en la hora de la verdad.
Durante el siguiente segundo el tiempo pareció perder su significado. Creí ver un minúsculo destello por el ángulo del ojo. Entonces pude comprenderlo todo. Al burlesco estilo napolitano. Esto no era sino la crónica de una muerte anunciada. No hubo posible negociación y jamás la habría. El susurro de una bala cortando el aire congeló mi corazón. Supe que no volvería a ver a mi hijo. Una ruidosa y forzada exhalación es el último recuerdo de mi esposo. Cayó al suelo con el cráneo atravesado. Hoy era el equinoccio.
Una tercera campanada retumbó -más sonoramente- entonces devolviendo la fluidez del tiempo. Vendetta.
*Glisenti M.1910: Pistola semiautomática italiana de la primera mitad del siglo XX y que llegó a usarse en la II Guerra Mundial. Actualmente está desbancada por la, también italiana, Beretta.
Muy bueno cuñao, ese estilo padrino, lleno de nombres y de artimañas y envosacadas. Se hace corto y tó, da gusto leer asi ;)
salu2
Escrito por Leñao a las 29 de Marzo 2005 a las 11:48 PM¡Bravo ragazzo! Me ha entusiasmado, digno de "El Padrino" o "Muerte entre las flores". Odio poner ejemplos concretos, pero era la única manera de hacer justicia :P. Sigue así Migue ;)
Escrito por Manu a las 30 de Marzo 2005 a las 01:00 PMMe parece que vuestras comparaciones son un tanto exageradillas, pero vaya, que muchas gracias por compararme con el maestro Puzo :D
Escrito por MäK a las 30 de Marzo 2005 a las 06:47 PMEsta recontra bacan la historia tio me hace recordar mis tiempos jovenes cuando estaba en las mismas andanzas jajaaja que buenos tiempos aquellos...suerte y escribanme y haber si pueden contactarme con alguien quien desea vender una beretta con silenciador.......chaooooo
Escrito por Fabian a las 10 de Julio 2007 a las 05:37 AM